Lunes, 17 de febrero de 2025, 17:42 UTC • 4 minutos

Ya lo chupó el diablo
Aquellos objetos u alimentos que se nos caen al piso, muchas veces los dejamos ahí tirados, pero hay otros que por nada del mundo los dejarían ahí a su suerte
Culiacán, Sin. –Ya lo chupó el diablo. Así decíamos cuando tu paleta o dulce en particular caía al piso. No había modo de salvarlo. Tal vez echándole algo de agua, pero casi siempre era una sentencia inapelable. Entonces buscas resignarlo. Tal vez darte consuelo. Ya lo chupó el diablo. Ni modo.
Estaba en algún punto de mis estudios en la primaria Ruperto L. Paliza. Ahí fue la primera vez que escuché la frase. Desde entonces me resultó muy llamativa. Una vez me pasó con un mazapán. Además de haber sido chupado por el diablo, quedó pulverizado. La mala suerte incrementada. Nos reímos.
En ese momento tenía un compañero. Para no herir susceptibilidades omito su nombre. Una vez se le cayó su paleta hechiza. La receta consistía en tomar una paleta roja, de esas de caramelo macizo, y envolverla en un dulce de tamarindo. El manjar quedaba complementado cuando la sumergías en una mezcla de chamoy Rago con Miguelito. Cualquier chavo ruco que se respete conoce ese sabor. Delicatessen.
Pues su manjar cae al piso. Ese piso cubierto de la gran variedad de suciedad que acumulan las suelas de choclos y zapatos ortopédicos de plebes de 10 años. El concreto queda como viscoso. Se podía sentir esa textura a través de las suelas de baqueta de tu calzado. Sucio en extremo. Sin embargo, esta pequeña persona voltea a todos lados. Con sus ojos busca. Y cuenta en silencio, hacia sí mismo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… luego un impulso al piso y la paleta de nuevo en sus manos.
Rápido la sumerge en el menjurje. Como si esa movida la fuera a lavar de la suciedad. Y es que pasaron cinco segundos. De acuerdo al canon de ese entonces, más de ese tiempo hubiera sido suficiente para que en verdad la chupara el diablo. Mi compañero notó que lo noté. Sus ojos casi escapan de sus órbitas. Yo no dije nada, ni siquiera me reí. Es su paleta, no lo juzgo. Además, para su manufactura se requería una sólida inversión en viejos pesos.
El fin de semana vi algo similar. Estuvieron en Culiacán los secretarios Ricardo Trevilla (de la Defensa Nacional) y Omar García Harfuch (de Seguridad y Protección Ciudadana). No hubo reunión con Rubén Rocha Moya. No era necesaria, respondió el gobernador, argumentando que sólo vinieron a supervisar operativos de seguridad. Claro, la seguridad no es menester del gobernador y no tiene que estar enterado de temas de seguridad interna del estado en una guerra que ha cobrado cerca de 900 vidas.
Hicieron un poco lo que de niños hacíamos. Se cayó al piso, no lo levantes. Ya lo chupó el diablo.
Al día siguiente Andrés Manuel López Beltrán vino a Culiacán a hacerle entrega de una identificación a Rubén Rocha Moya que lo acredita como militante del partido Morena. En los últimos cinco meses la popularidad del gobernador de Sinaloa ha ido en picada. Es el peor evaluado en los 32 estados de la República. La presidenta Claudia Sheinbaum no lo ha recibido en su despacho. Apenas una foto grupal y otra buscada a fuerzas durante los festejos del 108 aniversario de la Constitución en Querétaro.
Se tomaron la foto en la casa del gobernador. Se les ve sonriendo. Aparece la credencial que identifica a Rocha como militante de Morena en Sinaloa. López Beltrán no tuvo inconveniente en ello. Casi casi como darle el espaldarazo. O tal vez, como mi compañero de primaria, pensó que no habían pasado más de cinco segundos desde que cayó al piso y lo levantó. Total, cinco segundos pueden ser como cinco meses en política. Lo levantó, lo sumergió en el menjurje que hacen los de la clase política y siguieron como si nada. La diferencia es que aquí todos lo vimos, y no a todos nos agrada levantar cosas del piso.
Y es que dicen que hay cosas que sí las chupo el diablo cuando cayeron, sobre todo cuando el piso está lleno de suciedad.

Aarón Ibarra
Reportero Independiente de tiempo completo