Sábado, 1 de febrero de 2025, 17:56 UTC4 minutos

¿Quién viene tras de ti? Foto Especial.

Las monjas me decían

En Culiacán, el miedo puede aparecer de muchas maneras, y el nocturno es uno muy terrible

Culiacán, Sin. – Son 7.6 kilómetros los que debo recorrer para volver a casa. Ese fue mi pensamiento. Un recorrido de por lo menos 20 minutos. No es tanto. Pero es de noche. Bueno, no tan noche, las siete apenas. El regreso sería a más tardar a las nueve. Las calles solas. Es jueves, debería haber vida nocturna pero no es así. Es el miedo a la noche, me han dicho algunos.

Eso lo experimenté en algunos recorridos por la ciudad desde mediados de septiembre último con el periodista Patrick McDonnell. Luego otro recorrido en noviembre con un fotógrafo también del “gabacho”. Puro puntero vimos.

Allá espantan, escuché también. Todo en alusión a lo que la ciudad vive desde el 9 de septiembre y que se ha extendido casi cinco meses. Y es que el miedo aparece de muchas formas. A continuación, para seguir con la incipiente costumbre de sábados literarios, les dejo esta breve historia que no me pasó a mí, pero pudo pasarle a alguien que conoces… o a ti.

LAS MONJAS ME DECÍAN

Anoche nos atrevimos a ir a unos tacos cerca de la casa. Ya era de noche, tal vez las nueve. Después de cenar emprendimos el regreso a casa. Estoy al volante. Miro al retrovisor del coche y empecé a sentir que un carro nos seguía. Continué la marcha muy despacio, como de puntitas. Así seguí, dándole despacito para que me rebasara. Tal vez si me pasa de largo, me deja en paz. Eso pensé. Pero no se iba, así que di una vuelta. El otro coche seguía pegadito a nosotras. Entré en pánico.

Mantuve la marcha quedita. Como si mi hermana y yo fuéramos de puntitas en un carro de aquella caricatura de los Picapiedra. Seguí dando la marcha despacio porque creo que en estas circunstancias acelerar es peor. Peor. No sabes cómo van a reaccionar los que te van siguiendo. Imagina. Casi para entrar al estacionamiento de nuestro departamento nos topamos de frente con una pickup blanca encendida. Me asusté más y le saqué la vuelta.

El carro detrás de nosotras siguió avanzando pegadito, pegadito. No se iba, no rebasaba, sólo nos seguía. Qué miedo, pensé. Me fui derecho, despacito. Quería ver si me rebasaba. Nada. Pensé en mis hermanos que ya murieron y les pedí ayuda. Me sentí ahogada. La calle estaba sola y no sabía qué hacer.

Entonces vinieron los reclamos. No de mi hermana, todos de mí para mí. Me sentí tan pendeja y tan culpable de haber salido de noche y haber convencido a mi hermana de ir por unos tacos. Si algo nos pasaba iba a ser mi culpa. Tenía tanto miedo. Entonces una idea surge entre mi pánico. Pensé en llamarle a un tío que vive cerca y pedirle ayuda, que me abriera el portón de su privada al menos.

Pero el tiempo apremia, no me alcanzaba. No era suficiente. En mi mente sólo pedía que se fueran, que por favor se fueran. Di otra vuelta a ver si al fin seguían otra ruta y así fue. Siguieron despacito, despacito. Tomaron otra calle.

El alivio llegó de una forma diferente. Me empezaron a temblar horrible las rodillas. Seguí avanzando despacio. Mi hermana me pidió tomar el volante. Me sugirió orillarme para respirar, pero no quise. Solo quería llegar a la casa y encerrarnos.

Al llegar me metí a bañar y me di cuenta que tenía sangre en la boca. Escupía y escupía sangre sin razón.

Me acordé de eso que las monjas nos decían siempre en la primaria, intentando conciliar el mito cristiano con la ciencia: Jesús sudó sangre en el Monte Getsemaní la noche que lo iban a traicionar porque era humano y sintió miedo. Por eso me sangró la boca, por miedo.

Bajo ciertas circunstancias muy extremas de estrés el cuerpo humano puede sangrar de lugares que normalmente no lo hace. Anoche me sangraron las encías de miedo.

Y es que amo a Culiacán, pero me parece tan terrible vivir aquí en estos momentos. No eran ni las diez de la noche y esta ciudad hace meses es invivible, sobre todo en la oscuridad.

Esta historia forma parte de testimonios que contactos, conocidos y amigos me han ido compartiendo. Es parte de contribuir de una manera diferente en la narrativa de lo que todos y todas vivimos en la ciudad. Y sábado a sábado así buscaremos hacerlo.

Puedes escribir al correo: elaaronibarra@gmail.com

O dejarme tu historia en mi cuenta de X: @aarontuit

profilePhoto

Aarón Ibarra

Reportero Independiente de tiempo completo

Relacionado
Mas leído
Nuevo