Viernes, 6 de junio de 2025, 0:30 UTC3 minutos

El árbol frondoso en medio del páramo seco. Foto Par de Tercos.

El árbol frondoso

En medio del horror, hay personas que ven cosas hermosas en páramos desolados

Culiacán, Sin. - Todas las miradas apuntaban al cielo. El sol había iniciado ya su camino al cenit. Una mano en la frente y el ceño fruncido sirven de filtro solar para no quedar deslumbrado. El páramo luce desolado. El suelo ya hierve. Y sin embargo, ninguna contempló detenerse.

Dónde, grita una mujer a un pequeño radio. Y es que la costumbre de gritar a nuestro interlocutor a través de un teléfono o aparato de comunicación para acortar distancia es inevitable. Supongo que gritamos porque no lo vemos o no lo sentimos cerca. Del otro lado de la radio le responden que al norte. Yo presumo saber dónde es el norte. Nadie mas daba. Las miradas seguían en búsqueda del punto.

Entonces, de la radio, da un mejor norte (no me juzguen por mi mal manejo de palabras, fue accidental). Por donde está el árbol frondoso, dice la voz de la radio.

Todos comenzamos a caminar por una vereda que cada vez se volvía más estrecha y húmeda entre tanto matorral. Era como una pequeña selva en ese páramo desolado.

La brecha enmontada.

La brecha enmontada.

Mientras el grupo avanzo yo me rezago con Isabel. Ella lleva una pala en sus manos. Dimos con ropa vieja, ya hecha harapos. No es normal, me dice. Eso ya me lo habían dicho antes ellas mismas, madres buscadoras dedicadas a rastrear a sus hijos, sus hijas, sus desparecidos.

Fuimos a ese predio entre tierras de cultivo en lo hondo de Elota, municipio en el centro sur de Sinaloa convertido en una zona de silencio, sobre todo su área rural.

Estábamos muy cerca de Tayoltita, más hacia el Salado, ya metidos en ese municipio.

El páramo desolado.

El páramo desolado.

Mientras examinaba la ropa hecha harapos, Isabel me explica que recibieron una llamada anónima. Tras el hallazgo en Tacuichamona donde sacaron cuerpos de fosas sépticas, alguien les reveló que en ese punto habían restos de personas.

Y fuimos.

El lugar era muy difícil de acceder. Belinda echó a volar un dron para poder guiarnos. Serpenteamos mucho y siempre un camino casi imposible. Luego regresar. Luego volver a empezar.

Finalmente un camino accesible. Por el árbol frondoso, dijo. Yo miraba todos los árboles pelones, casi secos. No ha caído una gota de agua en ese sitio en un buen rato. De camino vimos muchas vacas y todas muy flacas, secas.

Sin embargo el árbol sí estaba frondoso. En medio del horror, Belinda se las arregló para regalarnos una imagen bella.

La búsqueda resultó negativa. No logramos encontrar a ninguna persona desaparecida.

Yo me puse a platicar con un teniente o algo así de la Marina. Le gusta el boxeo. No tenía el bato idea alguna de mi gran afición a ese deporte. Bromeamos. El árbol frondoso me calmó el pecio.

Harapos que antes fueron unos jeans.

Harapos que antes fueron unos jeans.

Nunca quiero ir a las búsquedas. Nunca, a ninguna. Pero termino yendo. No puedo evitarlo. Alguien tiene qué contar esas historias de esas mujeres tan valientes. Como el Marcos, a quien le dedico esta reflexión: gracias por no abandonar, nunca.

Mañana habrá qué volver. Y tal vez pasado también.

Las Sabuesos Guerras van a volver, dijeron.

Nos faltan muchos todavía y hay que encontrarlos.

Y a lo mejor ahí cerca del árbol frondoso pueden estar.

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Aarón Ibarra

Reportero Independiente de tiempo completo

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